Al inicio de la pandemia suscitada por Covid-19 se desconocía mucho sobre el virus, y ante la situación de emergencia, se comenzaron a realizar procedimientos de desinfección que se realizaban en industrias y sectores de salud, alimentos o farmacéuticos, donde el concepto de bioseguridad ya era conocido; entre ellos desinfecciones extensas, incluso en áreas donde había una alta carga microbiológica y orgánica, por ejemplo las calles, parques públicos, exterior de mercados entre otros. Sin embargo a medida que se ha conocido más sobre el método de propagación y contagio del virus, los protocolos y procedimientos se han actualizado.
Y lo que sucede es que no siempre los procedimientos que se aplican en un sector o industria son validos para otros sectores; se deben evaluar todos los criterios. Entre ellos la carga de contaminación, grado de suciedad, porque cuando se hace una desinfección sobre superficies con alta carga microbiológica y orgánica, el desinfectante comienza a reaccionar con toda ésta carga, lo que lleva a debilitar la acción sobre la carga total de microorganismos y el efecto del desinfectante disminuye; por tal razón las medidas de desinfección en exteriores y ambientes abiertos se han disminuido, incluso eliminado; poniendo los esfuerzos en la prevención, más que en el control o corrección. El uso de mascarilla, lavado de manos y distanciamiento social se han convertido en las medidas fundamentales para evitar propagación del virus SARS-CoV-2.
De igual manera los protocolos para prevenir la propagación del virus en el interior de los edificios, oficinas, empresas y hogares se han enfocado en prevenir o evitar que el virus esté en altas concentraciones en el ambiente, por ello se recurre a la medida preventiva de mejorar ventilación natural. Sin embargo los CDC o Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos han actualizado los protocolos, y hacen énfasis en que el correcto procedimiento es:
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